13 diciembre 2015

UNA APUESTA. Antón Cjejov. Relato

Por Valeria


Era una oscura noche de otoño. El viejo banquero caminaba en su despacho, de un rincón a otro, recordando una recepción que había dado quince años antes, en otoño. Asistieron a esta velada muchas personas inteligentes y se oyeron conversaciones interesantes. Entre otros temas se habló de la pena de muerte. La mayoría de los visitantes, entre los cuales hubo no pocos hombres de ciencia y periodistas, tenían al respecto una opinión negativa. Encontraban ese modo de castigo como anticuado, inservible para los estados cristianos e inmoral. Algunos opinaban que la pena de muerte debería reemplazarse en todas partes por la reclusión perpetua.

-No estoy de acuerdo -dijo el dueño de la casa-. No he probado la ejecución ni la reclusión perpetua, pero si se puede juzgar a priori, la pena de muerte, a mi juicio, es más moral y humana que la reclusión. La ejecución mata de golpe, mientras que la reclusión vitalicia lo hace lentamente. ¿Cuál de los verdugos es más humano? ¿El que lo mata a usted en pocos minutos o el que le quita la vida durante muchos años?

-Uno y otro son igualmente inmorales -observó alguien- porque persiguen el mismo propósito: quitar la vida. El Estado no es Dios. No tiene derecho a quitar algo que no podría devolver si quisiera hacerlo.

Entre los invitados se encontraba un joven jurista, de unos veinticinco años. Al preguntársele su opinión, contestó:

-Tanto la pena de muerte como la reclusión perpetua son igualmente inmorales, pero si me ofrecieran elegir entre la ejecución y la prisión, yo, naturalmente, optaría por la segunda. Vivir de alguna manera es mejor que de ninguna.

Se suscitó una animada discusión. El banquero, por aquel entonces más joven y más nervioso, de repente dio un puñetazo en la mesa y le gritó al joven jurista:

-¡No es cierto! Apuesto dos millones a que usted no aguantaría en la prisión ni cinco años.

-Si usted habla en serio -respondió el jurista- apuesto a que aguantaría no cinco sino quince años.

-¿Quince? ¡Está bien! -exclamó el banquero-. Señores, pongo dos millones.

-De acuerdo. Usted pone los millones y yo pongo mi libertad -dijo el jurista.

¡Y esta feroz y absurda apuesta fue concertada! El banquero, que entonces ni conocía la cuenta exacta de sus millones, mimado por la suerte y despreocupado, estaba entusiasmado por la apuesta. Durante la cena bromeaba a costa del jurista y le decía:

-Piénselo bien, joven, mientras no sea tarde. Para mí dos millones no son nada, pero usted se arriesga a perder los tres o cuatro mejores años de su vida. Y digo tres o cuatro porque más de eso usted no va a soportar. No olvide tampoco, desdichado, que una reclusión voluntaria resulta más penosa que la obligatoria. La idea de que en cualquier momento usted tiene derecho a salir en libertad le envenenará la existencia en su prisión. ¡Tengo lástima de usted!

Y ahora el banquero, caminando de un rincón a otro, recordaba todo aquello y se preguntaba a sí mismo:

-¿Para qué esta apuesta? ¿Qué provecho hay en haber perdido el jurista quince años de su vida y en tirar yo dos millones de rublos? ¿Puede ello demostrar a la gente que la pena de muerte es peor o mejor que la reclusión perpetua? No y no. Es un dislate, un absurdo. Por mi parte ha sido el capricho de un hombre satisfecho y por parte del jurista, una simple avidez por el dinero...

Y él se puso a recordar lo que había ocurrido después de la velada descripta. Se decidió que el jurista cumpliera su reclusión bajo severa vigilancia, en una de las casitas construidas en el jardín del banquero. Se convino que durante quince años sería privado del derecho de traspasar el umbral de la casa, ver a la gente, escuchar voces humanas, recibir cartas y diarios. Se le permitía tener un instrumento musical, leer libros, escribir cartas, tomar vino y fumar. Con el mundo exterior, según el convenio, no podría relacionarse de otra manera que en silencio, a través de una ventanilla arreglada para este propósito. Mediante una esquela podría solicitar todo lo necesario, los libros, la música, el vino, etc., todo lo cual recibiría, en cualquier cantidad, únicamente por la ventanilla. El convenio preveía todos los detalles que conferían al recluido la condición de estrictamente incomunicado y le obligaba a permanecer en la casa quince años justos, a partir de las doce horas del catorce de noviembre de 1870 hasta las doce horas del catorce de noviembre de 1885. La menor tentativa de infringir estas condiciones por parte del jurista, aunque fuera dos minutos antes del plazo, liberaba al banquero de la obligación de pagarle los dos millones.

En su primer año de reclusión el jurista, por cuanto se podía juzgar a través de sus breves notas, sufrió mucho a causa de la soledad y el tedio. En su casita se oían constantemente los sonidos del piano. El vino y el tabaco fueron rechazados por él. El vino, escribía, provoca los deseos, y los deseos son los primeros enemigos del recluido; además, no hay cosa más aburrida que beber un buen vino y no ver nada. En cuanto al tabaco, vicia el aire de la habitación. En el primer año se le enviaba al jurista libros de contenido preferentemente fácil: novelas con complicada intriga amorosa, cuentos policiales y fantásticos, comedias, etc.

En el segundo año ya dejó de oírse la música en la casita y el jurista sólo pedía en sus notas libros de autores clásicos. En el quinto año se volvió a oír la música y el prisionero solicitó vino. Los que lo observaban por la ventanilla relataban que durante todo ese año no hacía sino comer, beber, quedarse en cama bostezando y conversar malhumorado consigo mismo. No leyó más libros. A veces, de noche, se ponía a escribir durante largo rato y a la madrugada hacía pedazos todo lo escrito. Más de una vez se le oyó llorar.

En la segunda mitad del sexto año el recluido se abocó con ahínco al estudio de los idiomas, la filosofa y la historia. Acometió estas ciencias con tanta avidez que el banquero apenas alcanzaba a pedir libros para él. En el lapso de cuatro años fueron solicitados por correo, a su pedido, cerca de seiscientos volúmenes. En este período el banquero recibió de su prisionero una carta que decía así: «Mi querido carcelero: Le escribo estas líneas en seis idiomas. Muéstrelas a personas entendidas. Que las lean. Si no encuentran ni un solo error, le ruego hagan disparar una escopeta en el jardín. Este disparo me dirá que mis esfuerzos no se perdieron en vano. Los genios de todos los tiempos y países hablan en distintas lenguas, pero arde en ellos la misma llama. ¡Oh, si usted supiera qué dicha sublime experimento ahora en mi alma porque puedo comprenderlos!». El deseo del recluido fue cumplido. El banquero mandó disparar la escopeta en el jardín dos veces.

A partir del décimo año el jurista permanecía sentado a la mesa, inmóvil, y sólo leía el Evangelio. Al banquero le pareció extraño que el hombre que en cuatro años había vencido seiscientos tomos difíciles, hubiera gastado cerca de un año en la lectura de un libro no muy grueso y de fácil comprensión. Al Evangelio lo sustituyeron luego la historia de las religiones y la teología.

En los dos últimos años de reclusión, el prisionero leyó una extraordinaria cantidad de libros, sin ninguna selección. Ora se dedicaba a las ciencias naturales, ora pedía obras de Byron o Shakespeare. En sus notas solicitaba a veces, al mismo tiempo, un libro de química, un manual de medicina, una novela y un tratado de filosofía o teología. Sus lecturas daban la impresión de que el hombre nadase en un mar entre los fragmentos de un buque y, tratando de salvar la vida, se aferraba desesperadamente ya a uno ya a otro de ellos.

                                                                       II

El viejo banquero recordaba todo eso, pensando: «Mañana a las doce horas él obtendrá su libertad.  Según las condiciones, tendré que pagarle los dos millones. Y si le pago, está todo perdido: estoy arruinado definitivamente...».

Quince años antes no sabía cuántos millones tenía, mientras que ahora le daba miedo preguntarse ¿qué era lo que más tenía: dinero o deudas? El imprudente juego en la Bolsa, las especulaciones arriesgadas y el acaloramiento, del cual no pudo desprenderse ni siquiera en la vejez, poco a poco fueron debilitando sus negocios y el osado, seguro y orgulloso ricachón se transformó en un banquero de segunda clase, que temblaba con cada alza o baja de valores.

-¡Maldita apuesta! -farfullaba el viejo, agarrándose la cabeza-. ¿Por qué no habrá muerto este hombre? Sólo tiene cuarenta años. Me quitará lo último que tengo, se casará, disfrutará de la vida, jugará en la Bolsa y yo, como un mendigo, lo miraré con envidia y todos los días le oiré decir siempre lo mismo: «Le debo a usted la felicidad de mi vida, permítame que le ayude». ¡No, esto es demasiado! ¡La única salvación de la bancarrota y del oprobio está en la muerte de este hombre!

Dieron las tres. El banquero aguzó el oído: todos dormían en la casa y sólo se oía el rumor de los helados árboles detrás de las ventanas. Tratando de no hacer ningún ruido, sacó de la caja fuerte la llave de la puerta que no se abría durante quince años, se puso el abrigo y salió de la casa.

El jardín estaba oscuro y frío. Llovía. Un viento húmedo y penetrante paseaba aullando por todo el jardín y no dejaba en paz a los árboles. El banquero esforzó la vista, pero no veía ni la tierra, ni las blancas estatuas, ni la casita, ni los árboles. Se acercó entonces al lugar donde se hallaba la casita y llamó dos veces al sereno. No hubo respuesta. Por lo visto, el sereno, huyendo del mal tiempo, se refugió en la cocina o en el invernadero y se quedó dormido.

«Si soy capaz de llevar adelante mi propósito -pensó el viejo- la sospecha recaerá antes que en nadie sobre el sereno.»

En la oscuridad tanteó los escalones y la puerta y entró en el vestíbulo de la casita; luego penetró a tientas en el pequeño pasillo y encendió un fósforo. Allí no había nadie. Vio una cama sin hacer y una oscura estufa de hierro en un rincón. Los sellos en la puerta que conducía al cuarto del recluido estaban intactos.

Cuando la cerilla se había apagado, el viejo, temblando de emoción, miró por la ventanilla.

La opaca luz de una vela apenas iluminaba la habitación del recluido. Éste estaba sentado junto a la mesa. Sólo se veían su espalda, sus cabellos y sus manos. Sobre la mesa, en dos sillones y sobre la alfombra, junto a la mesa, había libros abiertos.

Transcurrieron cinco minutos y el prisionero no se movió ni una sola vez. La reclusión de quince años le había enseñado a permanecer inmóvil. El banquero golpeó con el dedo en la ventanilla, pero el recluido no hizo ningún movimiento. Entonces el banquero arrancó cuidadosamente los sellos de la puerta e introdujo la llave en la cerradura. Se oyó un ruido áspero y el rechinar de la puerta. El banquero esperaba el grito de sorpresa y los pasos, pero al cabo de tres minutos el silencio detrás de la puerta seguía inalterable. Decidió entonces entrar en la habitación.

Junto a la mesa estaba sentado, inmóvil, un hombre que no parecía una persona común. Era un esqueleto, cubierto con piel, con largos bucles femeninos y enmarañada barba. El color de su cara era amarillo, con un matiz terroso; tenía las mejillas hundidas, espalda larga y estrecha, y la mano que sostenía su melenuda cabeza era tan delgada que daba miedo mirarla. Sus cabellos ya estaban salpicados por las canas, y a juzgar por su cara, avejentada y demacrada, nadie creería que sólo tenía cuarenta años. Dormía... Delante de su inclinada cabeza, se veía sobre el escritorio una hoja de papel, en la cual había unas líneas escritas con letra menuda.

«¡Miserable! -pensó el banquero-. Duerme y, probablemente, sueña con los millones. Pero si yo levanto este semicadáver, lo arrojo sobre la cama y lo aprieto un poco con la almohada, el más minucioso peritaje no encontrará signos de una muerte violenta. Pero leamos primero estas líneas...».

El banquero tomó la hoja y leyó lo siguiente: «Mañana, a las doce horas del día, recupero la libertad y el derecho de comunicarme con la gente. Pero antes de abandonar esta habitación y ver el sol, considero necesario decirle algunas palabras. Con la conciencia tranquila y ante Dios que me está viendo, declaro que yo desprecio la libertad, la vida, la salud y todo lo que en sus libros se denomina bienes del mundo.

»Durante quince años estudié atentamente la vida terrenal. Es verdad, yo no veía la tierra ni la gente, pero en los libros bebía vinos aromáticos, cantaba canciones, en los bosques cazaba ciervos y jabalíes, amaba mujeres... Beldades, leves como una nube, creadas por la magia de sus poetas geniales, me visitaban de noche y me susurraban cuentos maravillosos que embriagaban mi cabeza. En sus libros escalaba las cimas del Elbruz y del Monte Blanco y desde allí veía salir el sol por la mañana mientras al anochecer lo veía derramar el oro purpurino sobre el cielo, el océano, las montañas; veía verdes bosques, prados, ríos, lagos, ciudades; oía el canto de las sirenas y el son de las flautas de los pastores; tocaba las alas de los bellos demonios que descendían para hablar conmigo acerca de Dios... En sus libros me arrojaba en insondables abismos, hacía milagros, incendiaba ciudades, profesaba nuevas religiones, conquistaba imperios enteros...

»Sus libros me dieron la sabiduría. Todo lo que a través de los siglos iba creando el infatigable pensamiento humano está comprimido cual una bola dentro de mi cráneo. Sé que soy más inteligente que todos vosotros.

»Y yo desprecio sus libros, desprecio todos los bienes del mundo y la sabiduría. Todo es miserable, perecedero, fantasmal y engañoso como la fatal morgana. Qué importa que sean orgullosos, sabios y bellos, si la muerte los borrará de la faz de la tierra junto con las ratas, mientras que sus descendientes, la historia, la inmortalidad de sus genios se congelarán o se quemarán junto con el globo terráqueo.

»Ustedes han enloquecido y marchan por un camino falso. Toman la mentira por la verdad, y la fealdad por la belleza. Se quedarían sorprendidos si, en virtud de algunas circunstancias, sobre los manzanos y los naranjos, en lugar de los frutos, crecieran de golpe las ranas y los lagartos o si las rosas comenzaran a exhalar un olor a caballo transpirado; así me asombro por ustedes que han cambiado el cielo por la tierra. No quiero comprenderlos.

»Para mostrarles de hecho mi desprecio hacia todo lo que representa la vida de ustedes, rechazo los dos millones, con los cuales había soñado en otro tiempo, como si fueran un paraíso, y a los que desprecio ahora. Para privarme del derecho de cobrarlos, saldré de aquí cinco horas antes del plazo establecido y de esta manera violaré el convenio...».

Después de leer la hoja, el banquero la puso sobre la mesa, besó al extraño hombre en la cabeza y salió de la casita, llorando. En ningún momento de su vida, ni aún después de las fuertes pérdidas en la Bolsa, había sentido tanto desprecio por sí mismo como ahora. Al volver a su casa, se acostó enseguida, pero la emoción y las lágrimas no lo dejaron dormir durante un buen rato...

A la mañana siguiente llegaron corriendo los alarmados serenos y le comunicaron haber visto que el hombre de la casita bajó por la ventana al jardín, se encaminó hacia el portón y luego desapareció. Junto con los criados, el banquero se dirigió a la casita y comprobó la fuga del prisionero. Para no suscitar rumores superfluos, tomó de la mesa la hoja con la renuncia y, al regresar a casa, la guardó en la caja fuerte.

FIN

12 diciembre 2015

Comentarios: La apuesta.

Rafael Serrano Allely

Lo que más me llama la atención es lo escogidas que resultan las expresiones para que el relato, en sí mismo sencillo, vaya resultando verosímil.

El título ya es significativo en cuanto al tema, pero imprevisible en cuanto a su desarrollo y a su desenlace.

Antecedentes de la apuesta formulada hace quince años: “Asistieron a esta velada muchas personas inteligentes y se oyeron conversaciones interesantes. Entre otros temas se habló de la pena de muerte” Se pone el acento en la altura intelectual de la discusión que se suscitó. Lo que hace que la discusión camine en la dirección de los principios morales. No tanto en el caso del banquero que, sobrado de millones, representa el capitalismo más descarnado.

El contexto se formula en muy pocas líneas y muy al principio.

Hipótesis principal: “Vivir de cualquier manera es mejor que de ninguna” Es la idea del joven jurista.

Hay expresiones  que incitan a la reflexión:

“La reclusión voluntaria más penosa que la obligatoria”

“¿Cuál de los verdugos es más humano? ¿El que lo mata a usted en pocos minutos o el que le quita la vida durante muchos años?”

Muy bien relatada la evolución del preso desde su reclusión hasta su decisión final imprevisible, sus contradicciones, sus diferentes estados de ánimo, la sabiduría que adquiere a través de los libros y sus reflexiones…( “Y yo desprecio sus libros, desprecio todos los bienes del mundo y la sabiduría”)

Para demostrárselo desprecia los millones de la apuesta con los que había soñado como si fuera un paraíso.


Lo que uno necesita (el banquero) ya el otro no quiere (el joven jurista): hay valores superiores que defender, aunque la defensa de esos valores lleve a la inadaptación. ¿O es sublimación?

30 noviembre 2015

Virginia Woolf

Valeria


(Adeline Virginia Stephen; Londres, Reino Unido, 1882 - Lewes, id., 1941) Escritora británica. El nombre de Virginia Woolf figura junto con el de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka entre los grandes renovadores de la novela moderna. Experimentando con la estructura temporal y espacial de la narración, perfeccionó en sus novelas el monólogo interior, procedimiento por el que intenta representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en su fluir inconsciente, tal y como surgen en la mente. Algunas de sus obras más famosas, como La señora Dalloway (1925), Al faro (1927) o Las olas (1931), ejemplifican este recurso mediante un poderoso lenguaje narrativo en el que se equilibran perfectamente el mundo racional y el irracional. 
Woolf fue además pionera en la reflexión sobre la condición de la mujer, la identidad femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, que desarrolló en algunos de sus ensayos; entre ellos, destaca por la repercusión que posteriormente tendría para el feminismo Una habitación propia (1932). No sólo abordó este tema en los ensayos, sino que también lo hizo en novelas como la inquietante y misteriosa Orlando (1928), en la que se difuminan las diferencias entre la condición masculina y la femenina encarnadas en el protagonista, un aristócrata dotado de la facultad de transformarse en mujer.

Virginia Woolf
Hija de sir Leslie Stephen, distinguido crítico e historiador, Virginia Woolf creció en un ambiente frecuentado por literatos, artistas e intelectuales. Tras el fallecimiento de su padre, en 1905, se estableció con su hermana Vanessa -pintora que se casaría con el crítico Clive Bell- y sus dos hermanos en el barrio londinense de Bloomsbury, que se convirtió en centro de reunión de antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los que figuraban intelectuales de la talla del escritor E. M. Forster, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, y que sería conocido como el grupo de Bloomsbury. Elementos comunes de esta heterogénea elite intelectual fueron la búsqueda del conocimiento y del placer estético entendidos como la tarea más elevada a que debe tender el individuo, así como un anticonformismo político y moral.
En 1912, cuando contaba treinta años, casó con Leonard Woolf, economista y miembro también del grupo, con quien fundó en 1917 la célebre editorial Hogarth Press, que editó la obra de la propia Virginia y la de otros relevantes escritores, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot o S. Freud. Sus primeras novelas, Viaje de ida y Noche y día, ponen ya de manifiesto la intención de la escritora de romper los moldes narrativos heredados de la novelística inglesa anterior, en especial la subordinación de personajes y acciones al argumento general de la novela, así como las descripciones de ambientes y personajes tradicionales; sin embargo, estos primeros títulos apenas merecieron consideración por parte de la crítica. 
Sólo con la publicación de La señora Dalloway y Alfaro comenzaron a elogiar los críticos su originalidad literaria. En estas obras llaman ya la atención la maestría técnica y el afán experimental de la autora, quien introducía además en la prosa novelística un estilo y unas imágenes hasta entonces más propios de la poesía. Desaparecidas la acción y la intriga, sus narraciones se esfuerzan por captar la vida cambiante e inasible de la conciencia. 
Influida por la filosofía de Henri Bergson, experimentó con especial interés con el tiempo narrativo, tanto en su aspecto individual, en el flujo de variaciones en la conciencia del personaje, como en su relación con el tiempo histórico y colectivo. Así, Orlando constituye una fantasía libre, basada en algunos pasajes de la vida de Vita Sackville-West, amiga y también escritora, en que la protagonista vive cinco siglos de la historia inglesa. En Las olas presenta el «flujo de conciencia» de seis personajes distintos, es decir, la corriente preconsciente de ideas tal como aparece en la mente, a diferencia del lógico y bien trabado monólogo tradicional. 
Escribió también una serie de ensayos que giraban en torno de la condición de la mujer, en los que destacó la construcción social de la identidad femenina y reivindicó el papel de la mujer escritora, como en Una habitación propia. Destacó a su vez como crítica literaria, y fue autora de dos biografías: una divertida recreación de la vida de los Browning a través de los ojos de su perro (Flush) y otra sobre el crítico Robert Fry (Fry). En uno de los accesos de una enfermedad mental que había obligado a ingresarla en varias ocasiones a lo largo de su vida, el 28 de marzo de 1941 desapareció de su casa de campo, hasta que días después su cuerpo fue hallado en el río Ouse.

Visita cultural por Sevilla

                    

 INTERIOR DE LAS CASAS TÍPICAS DEL BARRIO DE SAN BARTOLOMÉ O DE LA JUDERÍA.
           

EXTERIORES DE LA IGLESIA DE SANTA CRUZ 
  
 VALERIA, JOSE MIGUEL, VIRGINIA Y MANUEL POR LA CALLE FABIOLA

29 noviembre 2015

Sevilla increíble




 
La iniciativa del Ayuntamiento de Bormujos, no ha podido comenzar con mejor pie. 

Un numeroso grupo de bormujeros se desplazó a Sevilla, en una mañana explendida, para recorrer de la mano de Andrés Nadal, el Barrrio de Santa Cruz.

Esta experiencia se irá repitiendo hasta desvelar, de forma resumida, la historia de Sevilla y su acervo cultural.








Valeria y Andrés Nadal 
comentando aspectos de la ruta
 en la Plaza de Santa Marta






El grupo entrando al Barrio de Santa Cruz
por el Patio de Armas del Alcázar sevillano











Los asistentes acupan la bella Plaza 
de Santa Marta escuchando 
los interesantes comentarios de 
Andrés Nadal







En breve, nuestra compañera Virginia, nos expondrá un resumen de los "secretos" desvelados por Andrés en esta excursión de 3 horas por el increible Barrio de Santa Cruz, al que ya no veremos igual.

26 noviembre 2015

Comentarios: La Señora Dalloway

Rafael Serrano Allely


Aunque el relato se refiere a acontecimientos que suceden  en un día, el día de la fiesta de la señora Dalloway, los recuerdos cobran una dimensión muy    importante, unas veces para comprender las conductas actuales de los personajes y su evolución, fundamentalmente de Dalloway, Peter antiguo novio, Sally Seton que había tenido relaciones con la protagonista y Septimus que termina suicidándose,  y  otras veces para revisar el pasado. Todo con cierto tinte melancólico, posiblemente porque el futuro ofrece pocas posibilidades en unas vidas ya prácticamente recorridas y estabilizadas.

Temas destacados: la vida social, el convencionalismo social, el matrimonio y la condición de la mujer,  el amor, el feminismo, la situación colonial de la India, la homosexualidad, evolución de la sociedad londinense, la psiquiatría y su crítica, la muerte, la locura. Todo tratado con un gran sentido poético.

Para mí lo más relevante es lo  que piensan los personajes antes de hablar que en muchas ocasiones no coincide con lo que dicen, accediendo el lector a sus intimidades  más profundas:

Pg. 66 Reencuentro de Clarissa y Peter: “Ha envejecido, pensó Peter, sentándose. No le  diré nada, pensó, porque ha envejecido…”

Esta combinación de pensamientos y diálogos convencionalmente elegidos, junto con continuos saltos atrás y entrada de personajes secundarios, hacen que tengamos que estar muy atentos y la lectura se haga lenta, por lo menos en mi caso. No obstante la novela es muy recomendable.

Otro recurso interesante es la confrontación de los puntos de vista de varios personajes sobre una misma situación, por ejemplo sobre la pareja formada por Séptimus y su mujer. (Septimus reacciona muy racionalmente  ante la muerte en el frente de guerra de su buen amigo Evans. Septimus controla sus sentimientos. Le parecía bien no sentir nada. Pero esta actitud de no sentir  le lleva al pánico y al suicidio)

No obstante este hecho cobra una dimensión dramática para Dalloway cuando es relatado por el psiquiatra en su fiesta. “¡Oh! Pensó Clarissa, en medio de mi fiesta, está la muerte… Se había suicidado, pero ¿cómo?... Siempre lo experimentaba en carne propia… Si llegase la muerte ahora, sería absolutamente feliz, se había dicho a sí misma en una ocasión, bajando las escaleras, vestida de blanco”


18 noviembre 2015

El comentario de textos literarios


Por Natalia Bernabeu Morón

"Así como el estudio de la Música sólo puede realizarse oyendo obras musicales, el de la literatura sólo puede hacerse leyendo obras literarias. Suele ser creencia general que para "saber literatura" basta conocer la historia literaria, Esto es tan erróneo como pretender que se entiende de Pintura sabiendo dónde y cuándo nacieron los grandes pintores, y conociendo los títulos de sus cuadros, pero no los cuadros mismos. Al conocimiento de la literatura se puede llegar: a) En extensión, mediante la lectura de obras completas o antologías amplias. b) En profundidad, mediante el comentario o explicación de textos."


Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa Calderón. Cómo se comenta un texto literario.

¿CÓMO COMENTAR UN TEXTO LITERARIO?

1. Introducción

En la actualidad llamamos literatura al arte cuyo material es el lenguaje y al conjunto de obras específicamente literarias. Desde que se inventó la escritura ésta ha sido el vehículo idóneo de la transmisión literaria.

La Poética o Ciencia de la literatura es aquella que tiene por objeto la fundamentación teórica de los estudios literarios. Una de las disciplinas que forman parte de esta ciencia es la Crítica literaria que analiza los elementos formales y temáticos de los textos desde un punto de vista sincrónico, valiéndose de la técnica del Comentario de textos.

2. El comentario de textos literario

Para comentar un texto literario hay que analizar conjuntamente lo que el texto dice y cómo lo dice. Estos dos aspectos no pueden separarse, pues, como opina el profesor Lázaro Carreter: "No puede negarse que en todo escrito se dice algo (fondo) mediante palabras (forma). Pero eso no implica que forma y fondo puedan separarse. Separarlos para su estudio sería tan absurdo como deshacer un tapiz para comprender su trama: obtendríamos como resultado un montón informe de hilos".

Consejos para hacer un buen comentario de textos literario
• Consultar previamente los datos de la historia literaria que se relacionan con el texto (época, autor, obra…)
• Evitar parafrasear el texto, es decir, repetir las mismas ideas a las que éste se refiere, pero de forma ampliada.
• Leer despacio, sin ideas prefijadas, intentando descubrir lo que el autor quiso expresar.
• Delimitar con precisión lo que el texto dice.
• Intentar descubrir cómo lo dice.
• Concebir el texto como una unidad en la que todo está relacionado; buscar todas las relaciones posibles entre el fondo y la forma del texto.
• Seguir un orden preciso en la explicación que no olvide ninguno de los aspectos esenciales.
• Expresarse con claridad, evitar los comentarios superfluos o excesivamente subjetivos.
• Ceñirse al texto: no usarlo como pretexto para referirse a otros temas ajenos a él.
• Ser sincero en el juicio crítico. No temer expresar la propia opinión sobre el texto, fundamentada en los aspectos parciales que se hayan ido descubriendo.

Así pues, comentar un texto consiste en relacionar de forma clara y ordenada el fondo y la forma de ese texto y descubrir lo que el autor del mismo quiso decirnos. Puede haber, por tanto, distintas explicaciones válidas de un mismo texto, dependiendo de la cultura, la sensibilidad o los intereses de los lectores que lo realizan.

Para llevar a cabo el análisis conviene seguir un método, establecer una serie de fases o etapas en el comentario que nos permitan una explicación lo más completa posible del texto.

2.1. Etapa previa: Lectura comprensiva y localización del texto

La comprensión del texto.
La etapa previa a cualquier comentario consiste en realizar una lectura rigurosa que nos permita entender tanto el texto completo como cada una de las partes que lo forman. Para ello lo leeremos cuantas veces sean necesarias, intentando solucionar las dificultades que nos plantea. En esta fase será necesario utilizar diccionarios, gramáticas y otros libros de consulta.

La localización del texto.
Los textos pueden ser fragmentos u obras íntegras, y, por lo general, pertenecen a un autor que ha escrito otras obras a lo largo de su vida. Por eso es imprescindible localizar el texto que se comenta, es decir identificar algunos datos externos como los siguientes:
• Autor, obra, fecha, periodo.
• Relación del texto con su contexto histórico.
• Características generales de la época, movimiento literario al que pertenece el texto. Relación con otros movimientos artísticos y culturales del momento.
• Características de la personalidad del autor que se reflejan en el texto.
• Relación de esa obra con el resto de la producción del autor.
• Situación del fragmento analizado respecto a la totalidad de la obra.

El género literario y la forma de expresión
Es importante delimitar el género y subgénero literario al que pertenece el texto, señalando aquellos aspectos en los que el autor sigue los rasgos propios del género y aquellos otros en los que muestra cierta originalidad o innovación.

Los textos pueden pertenecer a los más diversos géneros literarios:
• Géneros épico- narrativos como: Epopeya, Cantar de gesta, Romance, Novela, Cuento, Leyenda, Cuadro de costumbres…
• Géneros líricos como: Oda, Canción, Elegía, Romance lírico, Epigrama, Balada, Villancico, Serranilla…
• Géneros dramáticos como: Tragedia, Comedia, Drama, Tragicomedia, Auto Sacramental, Paso, Entremés, Jácara, Loa, Baile, Mojiganga, Sainete…
• Géneros didáctico ensayísticos como: Epístola, Fábula, Ensayo, Artículo…

En este apartado conviene analizar:
• El género y subgénero del texto. Rasgos generales.
• Aspectos originales
• Forma de expresión utilizada por el autor: narración, descripción, diálogo…
• Prosa o verso y peculiaridades del texto derivadas de ello.

2.2. Análisis del contenido

En esta fase deben analizarse el argumento, el tema o idea central que el autor nos quiere transmitir, su punto de vista y la forma en que estructura el mensaje.
•Para hallar el argumento preguntaremos: ¿Qué ocurre?
•Para delimitar el tema: ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del texto?
•Para analizar la estructura: ¿Cómo organiza el autor lo que quiere decir en unidades coherentes relacionadas entre sí?
•Para descubrir la postura del autor: ¿De qué forma interviene el autor en el texto?

Argumento y tema
Hallar el argumento de un texto es seleccionar las acciones o acontecimientos esenciales y reducir su extensión conservando los detalles más importantes. El argumento puede desarrollarse en uno o dos párrafos.

Si del argumento eliminamos todos los detalles y definimos la intención del autor, lo que quiso decir al escribir el texto, estaremos extrayendo el tema. Este ha de ser breve y conciso: se reducirá a una o dos frases.

Al analizar el tema de un texto habrá que señalar también los tópicos y motivos literarios que puedan aparecer en el texto: locus amoenus, beatus ille, etc…

La estructura del texto
Si nos detenemos en la forma en que el autor ha compuesto el texto y en cómo las distintas partes del mismo se relacionan entre sí, estaremos analizando la estructura.

Para hallar la estructura de un texto hay que delimitar en primer lugar sus núcleos estructurales. Estos pueden estar divididos a su vez en subnúcleos. Además, hay que determinar las relaciones que se establecen entre ellos.

El esquema estructural clásico es el de introducción desarrollo, clímax y desenlace, pero los textos pueden organizarse de otras formas:
• La disposición lineal: los elementos aparecen uno detrás de otro hasta el final.
• La disposición convergente: todos los elementos convergen en la conclusión
• La estructura dispersa: los elementos no tienen aparentemente una estructura definida, ésta puede llegar a ser caótica.
• La estructura abierta y aditiva: los elementos se añaden unos a otros y se podría seguir añadiendo más.
• La estructura cerrada, contraria a la anterior, etc.

Postura del autor en el texto y punto de vista

El contexto
El contexto es el ámbito de referencia de un texto. ¿Qué entiendo por ámbito de referencia? Todo aquello a lo que puede hacer referencia un texto: la cultura, la realidad circundante, las ideologías, las convenciones sociales, las normas éticas, etc.
Pero no es lo mismo el contexto en que se produce un texto que el contexto en el que se interpreta. Si nos ceñimos a los textos literarios escritos, como mínimo cabe distinguir entre el contexto del autor y el contexto del receptor. Sin duda el ámbito de referencia de un autor al escribir su obra es distinto del ámbito de referencia del receptor; la cultura del autor, su conocimiento de la realidad circundante, su mentalidad, sus costumbres, no suelen coincidir con la cultura, el conocimiento de la realidad, la mentalidad o las costumbres de sus lectores. Más aún, no es posible hablar de los lectores como una entidad abstracta, porque son seres individuales, cuyos contextos son asimismo diferentes, por muy pequeña que sea la diferencia.
Manuel Camarero. Introducción al comentario de textos. Castalia.

En este apartado se comentará el modo en que el autor interviene en el texto. Éste puede adoptar una postura objetiva o subjetiva, realista o fantástica, seria o irónica…etc.

Hay que analizar también desde dónde relata la historia (desde afuera, desde arriba, etc.), si aparece o no el narrador y qué punto de vista adopta: tercera persona omnisciente, tercera persona observadora, primera persona protagonista, primera persona testigo, etc.

Tipos de narrador
Tercera persona limitada: el narrador se refiere a los personajes en tercera persona, pero sólo describe lo que puede ser visto, oído o pensado por un solo personaje.
Tercera persona omnisciente: el narrador describe todo lo que los personajes ven, sienten, oyen… y los hechos que no han sido presenciados por ningún personaje.
Tercera persona observadora: el narrador cuenta los hechos de los que es testigo como si los contemplara desde fuera, no puede describir el interior de los personajes.
Primera persona central: El narrador adopta el punto de vista del protagonista que cuenta su historia en primera persona.
Primera persona periférica: el narrador adopta el punto de vista de un personaje secundario que narra en primera persona la vida del protagonista.
Primera persona testigo: un testigo de la acción que no participa en ella narra en primera persona los acontecimientos.
Segunda persona narrativa: El narrador habla en segunda persona con lo que se produce un diálogo-monólogo del protagonista consigo mismo.
José María Díez Borque. Comentario de textos literarios. Playor. (Adaptación)

2.3. Análisis de la forma

Hemos visto como fondo y  forma de un texto están íntimamente unidos. Por eso en esta fase del comentario se ha de poner al descubierto cómo cada rasgo formal responde, en realidad, a una exigencia del tema. En este apartado habremos de analizar:

El análisis del lenguaje literario
Nos detendremos en el uso que el autor hace de las diferentes figuras retóricas y con qué intención, relacionándolo en todo momento con el tema del texto.

El análisis métrico de los textos en verso
Ritmo, medida, rima, pausas, encabalgamientos, tipos de versos y estrofas utilizadas, etc.

La exposición de las peculiaridades lingüísticas del texto
Plano fónico: se analizarán las peculiaridades ortográficas, fonéticas y gráficas del texto que tengan valor expresivo.
Plano morfosintáctico: se prestará atención a aspectos como los siguientes: acumulación de elementos de determinadas categorías gramaticales (sustantivos, adjetivos, etc.); uso con valor expresivo de diminutivos y aumentativos, y de los grados del adjetivo; presencia de términos en aposición; utilización de los distintos tiempos verbales; alteraciones del orden sintáctico; predominio de determinadas estructuras oracionales…
Plano semántico: se analizará el léxico utilizado por el autor, la presencia de términos homonímicos, polisémicos, sinónimos, antónimos, etc.; y los valores connotativos del texto.

2.4. El texto como comunicación

Los lectores dan vida al texto
Los lectores de textos literarios solemos detenernos en la interpretación de los matices significativos que adquieren ciertas palabras o expresiones en los contextos en que aparecen, porque estimamos que el autor lo ha escrito así con una intención determinada. Otra cosa es que demos precisamente con la clave de esa intención comunicativa del autor; a menudo será punto menos que imposible. Imaginemos la interpretación de un texto literario medieval; averiguar exactamente lo que quiso decir el autor requeriría una reconstrucción arqueológica de la época y el lugar en el que fue escrito el texto, una reconstrucción de la cultura que tenía el autor y aun de la que tenían los lectores a quienes se dirigía.
Es posible, en cambio, que indaguemos la intención comunicativa del texto, porque, como lectores, proporcionamos vida al texto cuando lo leemos; si no, sería un libro cerrado, muerto. La intención comunicativa del texto es aquella que el lector obtiene del texto, lo que a él le comunica.
Manuel Camarero. Introducción al comentario de textos. Castalia.

Una de las características básicas de la comunicación literaria es la separación que existe entre el emisor y el receptor de la obra. El emisor es el autor, pieza fundamental de la comunicación literaria, pues es quien enuncia el mensaje. El significado de un texto depende, en primer lugar, de la intención de su autor que, a la hora de escribir está influenciado por su sistema de creencias y el contexto histórico social al que pertenece, entre otros condicionamientos. El receptor es el lector de la obra. Cada lector hace "su propia lectura", según sus características personales y el contexto histórico social al que pertenece. Así pues, al analizar el texto como comunicación habrá que atender a los siguientes aspectos:

Funciones del lenguaje que predominan en el texto. Actitud del autor ante el lector: ¿Se dirige directamente a él?
Reacción que la lectura provoca en nosotros como lectores: emoción, identificación, rechazo, etc.
Intención comunicativa dominante en el texto: informativa, persuasiva, lúdica…
Posición del autor ante el sistema de valores de su época.

 2.5. Juicio crítico

En este apartado se trata de hacer balance de todas las observaciones que hemos ido anotando a lo largo del comentario y expresar de forma sincera, modesta y firme nuestra impresión personal sobre el texto:
Resumen de los aspectos más relevantes analizados en el comentario.
Opinión personal.

10 noviembre 2015

Comentario: "Cometa"

 Rafael Serrano Allely

Magistralmente se van presentando y encadenando los personajes principales a partir de una situación normalizada: el casamiento de Phil y Adele.

Sus respectivos matrimonios se habían desmoronados. Pero la infelicidad vivida pertenece al pasado según Phil. Todo normal

Pero “sin cambio no hay relato” (Valeria dixit). Y el cambio se produce a partir de una conversación trivial entre un grupo de amigos que partiendo de unos reproches de Adele relativos a la infidelidad, hace que la situación se vaya tensando cada vez más y se vaya focalizando hacia la figura de Phil, su  marido. Phil  empieza  negando los reproches, a continuación  minusvalora las situaciones de infidelidad ya vividas y por último  termina asumiendo que:

 “Lo había hecho todo mal, se daba cuenta, mal y a destiempo, había echado a perder su vida”

Y un gran final: “Él se quedó donde estaba, contemplando el cielo, y luego miró a medida que se iba haciendo pequeña al cruzar el césped, alcanzar primero el aura, luego la luz, y al cabo tropezar en los escalones de la cocina”

Todo tan fugaz como un cometa.

Comentario: Cometa

Cometa ( James Salter)

El libro de relatos “La última noche”  se abre con el relato ‘Cometa’.
Cometa vuelve la vista a las infidelidades, incluso aquellas del pasado que no deberían afectar a las nuevas parejas, pero que arrastran el sentimiento de sentirse sustituto; y Phil, como otros hombres envejecidos de la colección, recordará con añoranza el esplendor de una relación que pasó por su vida como un cometa.  Salter nos cuenta la relación de un matrimonio de cincuentones que vienen de anteriores fracasos matrimoniales. La acción transcurre en la casa de unos amigos, durante una velada en que los invitan a cenar. Toda la trama se reduce a unas conversaciones entre los amigos aparentemente superficiales pero, que poco a poco, van rebelando detalles íntimos que nos muestran el absoluto desmoronamiento de la pareja. Se trata este de un cuento en el que los silencios juegan un papel tan importante como las palabras, todo narrado con precisión, con concreción de maestro. El final es inmejorable, y los diálogos son un auténtico prodigio de recursos, de síntesis. Un ejemplo de esos diálogos a los que hago referencia puede ser el siguiente:

Philip se casó con Adele un día de junio. Estaba nublado y hacía viento. Después salió el sol. Había pasado bastante tiempo desde la primera boda de Adele, que vestía de blanco: zapatos de salón blancos con tacón bajo, falda larga …”. Adele es divorciada y tiene un hijo, viven en una casa con jardín, un elemento que se repite en los relatos (‘Arlington’ es la única excepción), y “en el banquete Adele sonrió de felicidad, bebió más de la cuenta, rió y se rascó los bazos desnudos con largas uñas de corista. Su nuevo marido la admiraba, podría haber lamido la palma de sus manos como un ternero la sal”.

Varias páginas después ha llegado el otoño, una noche de cena en casa de los Morrissey a quienes Salter nos presenta con unos pocos trazos, y a otros de los comensales:

Otro de los comensales era un hombre de Chicago que había hecho fortuna con los ordenadores, un papanatas, como se vio enseguida, que propuso un brindis durante la cena.
–Por el fin de la privacidad y la vida digna –dijo.
Estaba con una mujer apagada que recientemente había descubierto que su marido se entendía con una negra de Cleveland, aventura que por lo visto había durado siete años. Incluso podía ser que tuvieran un hijo.
–Entenderéis por qué para mí venir aquí es como un soplo de aire fresco –dijo ella.
Las mujeres se mostraron solidarias. Sabían lo que tenía que hacer: reconsiderar completamente los últimos siete años.
–Es verdad –convino su acompañante.
–¿Qué es lo que hay que reconsiderar? –quiso saber Phil.
Le respondieron con impaciencia. El engaño, dijeron, la mentira: ella había sido engañada todo aquel tiempo. Mientras tanto, Adele se estaba sirviendo más vino. Con la servilleta tapó el mantel donde había derramado ya una copa.
–Pero fueron tiempos felices, ¿no es cierto? –preguntó inocentemente Phil–. Eso pasó a las historia. No es posible cambiarlo. No se puede convertir en infelicidad.

E inmediatamente Adele entra en escena, y refiriéndose a Phil:

–Él abandonó a su mujer –les dijo Adele.
Silencio.
La media sonrisa de Phil había desaparecido, pero su semblante aún era agradable.

Todavía lo es, pero no lo será en absoluto en las cuatro páginas restantes.


-No veo ningún cometa –dijo ella.
-¿No?
-¿Dónde está?
-Justo ahí encima –señaló él-. No se distingue de cualquier otra estrella. Es eso que sobra al lado de las Pléyades. –Phil conocía todas las constelaciones. Las había visto surgir con la oscuridad sobre costas desoladoras.
-Vamos, ya lo mirarás mañana –dijo ella, casi como si lo consolara, pero no se acercó a él.
-Mañana no estará. Solo pasa una vez.

En el  cuento hay además lo que podríamos denominar “párrafo de contrast”,, una descripción lúcida y sencilla de la felicidad, momentos de plenitud vividos por alguno de los personajes en el pasado que, no obstante, condicionan de alguna manera su presente.
«Ninguno de ellos podía saber, ninguno podía visualizar Ciudad de México y aquel primer año increíble, conduciendo hasta la costa para pasar el fin de semana, cruzando Cuernavaca, ella con las piernas desnudas al sol, y los brazos, la sensación de mareo y sumisión que experimentaba con ella, como ante una foto prohibida, ante una subyugante obra de arte. Dos años en México ajenos al naufragio, él fortalecido por la devoción que ella le inspiraba. Aun podía ver su cuello inclinado hacia delante, y la curva de su nuca. Aun podía ver las finas trazas de hueso que recorrían su tersa espalda como perlas. Aun podía verse a sí mismo, el que era antes».

En «Cometa» los personajes son de carne y hueso y las situaciones ocurren en la vida de cualquiera. No hay trampas ni fuegos artificiales, y los silencios –tan difíciles en literatura- son tan elocuentes como lo que sí se dice.

Jonathan Franzen

Jonathan Franzen
Nacido en Chicago, Illinois, creció en Webster Groves, un barrio San Luis, Misuri. Estudió en Swarthmore College, famosa institución educativa fundada en 1864 por los cuáqueros que queda unos 18 kilómetros al suroeste de Filadelfia, y también en Alemania gracias a una beca Fulbright. Actualmente vive en el Upper East Side de Manhattan, Nueva York y escribe para la revista The New Yorker. Habla con fluidez alemán.

La ciudad veintisiete, su primera novela, apareció en 1988 y tuvo buena crítica. Cuatro años más tarde publicó Movimiento fuerte, sobre una familia disfuncional.

Para que llegara la auténtica fama hubo que esperar 9 años: en 2001 publicó Las correcciones. Otros nueve años pasaron antes de que apareciera su cuarta novela, Freedom, calificada de "obra maestra por el Sunday Book Review del New York Times.

Premios y reconocimientos.

Premio Whiting 1988 a escritores noveles.
La revista literaria Granta en 1996 (Nº54) lo incluye entre los 20 mejores jóvenes novelistas estadounidenses.
National Book Award 2001 por Las correcciones.
Las correcciones fue seleccionada por el club de lectura de Oprah Winfrey, estuvo en la lista del New York Times de los mejores libros del año, obtuvo el premio Salon Book, entre otras distinciones, que en total fueron más de 20.
Premio James Tait Black Memorial 2002 por Las correcciones.
Finalista del Premio Pulitzer 2002 por Las correcciones.
La revista Time le dedicó su portada del 31 de septiembre de 2010 con ocasión de la salida a luz de Freedom (hacía diez años que Time no sacaba en portada a un escritor estadounidense).

Obras.

Novela
Ciudad veintisiete (The Twenty-Seventh City, 1988), trad. de Luis Murillo, ed. Alfaguara, 2003.
Movimiento fuerte (Strong Motion, 1992), trad. de Luis Murillo, ed. Alfaguara, 2004.
Las correcciones (The Corrections, 2001), trad. de Ramón Buenaventura, ed. Seix Barral, ed. 2002.
Libertad (Freedom, 2010), trad. de Isabel Ferrer, ed. Salamandra, 2011.
Pureza (Purity, 2015), trad. de Enrique de Hériz, ed. Salamandra, 2015.

Ensayos.

Cómo estar solo (How to Be Alone, 2002), trad. de Jaime Zulaika, ed. Seix Barral, 2003; contiene 14 breves ensayos literarios.
Zona templada (The Comfort Zone. Growing up with Charlie Brown, 2004), trad. de Jaime Zulaika, ed. Seix Barral, 2005.
Zona fría (The Discomfort Zone, 2006), trad. de Jaime Zulaika, ed. Seix Barral, 2008; textos autobiográficos.

Más afuera (Farther Away, 2012), trad. de Isabel Ferrer, ed. Salamandra, 2012.

30 octubre 2015

La señora Dollaway.- Virginia Woolf. Novela


 Sinopsis
En esta novela, la escritora nos transmite una percepción agudísima del mundo que la rodea. Londres, sus calles y parques y los personajes que los pueblan, de los que no nos limitamos a conocer rasgos externos sino los más profundos sentimientos e ideas. Una espléndida radiografía de la psique humana y un espléndido fresco de la sociedad inglesa de finales del siglo XIX y principios del XX. El personaje femenino, la señora Dalloway, nos acerca a la melancolía de una mujer madura, perfectamente encajada en su ambiente, que se sorprende un día reflexionando sobre el eterno problema de la elección ¿acertada o desacertada?, que la llevó a compartir su vida con el señor Dalloway, un hombre seguro, aburrido, muy bien situado en el mundo social y político. La causa del desconcierto de la señora Dalloway es Peter Walsh, que aparece en su salón y en su fiesta, de regreso de la India

La tregua. Mario Benedetti.- Novela





Sinopsis
Publicada en 1960, La tregua es la obra de Mario Benedetti que ha alcanzado mayor éxito de público. La cotidianidad gris y rutinaria, marcada por la frustración y la ausencia de perspectivas de la clase media urbana, impregna las páginas de esta novela, que, adoptando la forma de un diario personal, relata un breve período de la vida de un empleado viudo, próximo a la jubilación, cuya existencia se divide entre la oficina, la casa, el café y una precaria vida familiar dominada por una difícil relación con sus hijos ya adultos.Sin embargo, la aparente mediocridad vital desaparece paulatinamente conforme vamos conociendo al protagista; y Benedetti nos lleva magistralmente incluso a la más profunda empatía con el personaje principal durante la tregua que irrumpe en su vida grisácea de oficinista.

El jardín de los cerezos. A. Chejov.- Teatro

Sinopsis

El jardín de los cerezos es la última de las piezas principales de Chéjov (las otras son La gaviota, Tío Vania y Las tres hermanas). Se trata de una comedia escrita en cuatro actos, ambientada en el declive económico de la aristocracia rusa a finales del siglo XIX. Durante este periodo, los hijos de los que habían sido sus esclavos se enriquecían y tenía lugar una inversión de papeles que ponía en entredicho el modus vivendi de las clases adineradas tradicionales. El jardín de los cerezos es una obra de teatro que cuenta la historia de una familia de origen ruso que se ve en problemas financieros y económicos; sin embargo no se preocupa por mejorar o recuperar lo que está casi a punto de perder. Lubova Andreievna, terrateniente recién arruinada, vuelve a la casa familiar, al «Jardín de los Cerezos», el lugar donde vivió desde niña y del que ahora tendrá que desprenderse. Sobre la pérdida se construirán las nuevas vidas de aquellos cuyos destinos siempre estuvieron ligados al Jardín. Atrás quedan los recuerdos, los viejos empleos, los afectos… Un mundo de esperanzas y nuevas oportunidades surgirá de la desgracia, de la crisis. En la obra Chéjov mostró que las personas no viven grandes tragedias, ni discuten temas universales o tienen grandes romances, sino que los personajes transcurren por situaciones aparentemente vulgares, lo que esconde la trama de problemas que las personas (los personajes) en realidad viven. Antón Chéjov, poco antes de morir, escribe «El Jardín de los Cerezos» como reflejo de su época. Hoy, sin duda, es también reflejo de la nuestra. Las coincidencias son relevantes y nos invitan, como ciudadanos comprometidos con nuestro tiempo, a revisitarlas y reflexionar con ellas sobre el sentido de nuestro modelo vital.

28 octubre 2015

Comentario: "Libertad"

Por Rafael Serrano Allely


Destaco en primer lugar los personajes,  que van mostrando  a través de los diálogos como se quieren, se detestan, se aproximan, se enamoran, se definen ideológicamente,  se reconocen en otros, se valoran, se culpabilizan, se encelan, se desprecian,  se corrompen, se arrepienten… Muchos de ellos no aciertan a comunicar sus afectos (por ejemplo Ray Y Joyce  respecto a su hija Patty). Es una novela fundamentalmente de personajes.
En el primer capítulo se plantea el germen de la novela desde que Walter y Patty se compran una casita, que van a ir reformando, en un barrio degradado con el que se vuelcan, hasta que se van del pueblo y  una vecina comenta: “Creo que aún no han aprendido a vivir”.  A lo que yo añado: nunca es fácil aprender a vivir, a no ser que la vida sea muy simple, lo que no es el caso.
En medio se nos indica como Patty no mantenía contactos con sus raíces, cómo Patty dinamiza el entorno, como se dedica exclusivamente a sus hijos (ella había elegido como carrera el cuido de su familia), cómo reacciona Walter y Patty cuando su hijo  Joey se va a casa de la vecina, cómo al final los vecinos terminan mostrando su desinterés por ellos y como al final se marchan del pueblo. Y entramos en la vida íntima de los personajes.
Patty, personaje principal, hace el recorrido desde su escasa autoestima a la búsqueda de la  felicidad. En el camino Walter, el hombre bueno y Richard “que cobra un protagonismo insospechado en la pareja”.  Ejercita su libertad y escoge a Walter. Los dos polos de la elección son el atractivo físico de Richard y el atractivo intelectual y bondad de Walter.  Pero con la elección no se acaba todo.
La palabra libertad es una de las  que más  se repite  a lo largo de la narración (44 veces). Una de ellas es cuando rompe con Eliza, persona enferma, que ejercía una perjudicial influencia sobre Patty. “¡Era libre!”
“…Luego esa otra libertad más general que, como ella bien sabía, estaba matándola pero a la que era incapaz de renunciar” “La autobiógrafa casi se ve obligada a extraer la conclusión de que se compadecía a sí misma por ser tan libre”
El padre de Jenna: “En eso tienes toda la razón. La libertad es un coñazo” Y lo argumenta diciendo que una sociedad de personas libres debe desprenderse de esa lógica defectuosa y adherirse a una lógica mejor.
Joey: “Esa no era la persona que él creía ser, o la que  habría elegido  ser si hubiese tenido libertad de elegir…”
“…fantasía de libertad ilimitada…”
Walter: “… no estaba hecho para la vida en libertad” en relación a Lalitha.
La libertad y el gato. “… su privación de libertad tenía algo de lastima”
La soledad: “… la sensación de que Bobby (gato) y él en cierto modo habían estado casados, y  que incluso un matrimonio espantoso generaba menos soledad que la ausencia de matrimonio”
Otro tema muy bien tratado es el de la incomunicación generacional, que llevan a conductas que se ejercen como reacción o mecanismos de defensa, cuando en ocasiones no hay tal.
Y como trasfondo, la corrupción que se esconde tras proyectos en apariencia loables (minas a cielo abierto, ecología, superpoblación,  abastecimientos a Irak…) en los que Walter y su hijo participan. Al final Walter reacciona y denuncia lo que esconden  muchos proyectos en apariencia ambientalistas.
Dos momentos especialmente dramáticos,  bien contados a través del  diálogo, son: cuando Walter (un hombre bueno) decide  rechazar a Patty e inicia un camino de soledad  y cuando Patty decide volver a él.
Novela recomendable, un poco extensa.


14 septiembre 2015

El mejor viaje

El mejor viaje 
Autor@: Cystoseira
Entonces solía pensar que no necesitaba cámara de fotos para atesorarrecuerdos de momentos vividos lugares visitados porque las imágenes más bellas que contemplaba las retenía grabadascomo una cuidada colección de estampas, en mi retina. Cada una de ellas era archivada con el resto de registros de aquel instante, como muestras en pequeños tubos de ensayo ordenados y etiquetados en su gradilla, junto al álbum de postales-fotograma:
Julio de 2003
El tacto antiguo de las rejas de hierro.
El sabor que me recuerda al verano desde la infancia: melocotones maduros lavados en agua de mar.
# Uno nuevo, las especias árabes en aquellos pastelillos.
# El rumor del viento del Estrecho que casi a diario soplaba constante desdelevante o poniente.
En aquel viaje tú sí llevaste tu cámara Lumix porque la necesitabas para el encargo que tenías que entregar pasado el verano, y continuamente te retrasabas de la marcha del grupo para tomar miles de fotografías, admirado por la inesperada belleza de aquel pueblito blanco y verde donde te llevé, maravillado como un niño de grandes ojos. 
No sé si entonces lo pensaste pero aquel sitio parecía sacado de tus cuadros alegres de colores luminosos y limpios, como recién lavados. Antes de capturarlo con tu objetivo Leika en aquel viaje, ese pueblo ya lo habías dibujado muchas veces en tus lienzos que mezclaban unatrevida modernidad con guiños a otras épocas y un profundo sentido del lugar.
Por eso siempre te gustaba conocer bien lo que pintabas, y entoncesescuchabas y leías atento todo cuanto te relatase la historia de esa villa antigua: de sus calles empinadas que llegaban al castillo y la muralla, de los molinos harineros de viento con piezas que hacían traer desde los Países Bajosde la lucha decidida y pacífica de aquel pueblo ante el Duque feudal por los derechos comunales.     
El olor a pan al subir la cuesta de la Corredera.
# El aroma del té caliente y amargo desde aquella terraza luminosa con vistas a África.
# Edesgarro del cante flamenco en la plaza.
# La piel fría en la noche atlántica
Abril de 2012
No pude verla pero me hablaron muy bien de tu última exposición hace ya varios años en la Plaza del Mercado en la que reuniste toda tu colección de láminas en blanco y negro.
Agosto de 2015
No pude verte entonces y hoy necesité mirar tus fotografías para recordar esepueblito porque mi retina había borrado la colección de postales de aquel viajedesde que supe que tus grandes ojos de niño sorprendido se habían apagadopara siempre.

Pueden interesarte