La Sala
número 6. A. Chejov
Mis notas.
Rafael Serrano Allely
Al principio parece que el tema que se va a
abordar, a modo de denuncia, es la sórdida situación del hospital y del
manicomio en particular.
Pero siendo muy lamentable la situación en la
que viven los enfermos en el manicomio, en “un pabellón triste y repulsivo”
el relato va más allá y reflexiona sobre preguntas vitales sumamente
interesantes.
Muy bien
descritos los personajes, tanto los llamados locos, con sus desvaríos, como los
que les atienden, con conductas muy alejadas de lo que se supone que deben
realizar los cuidadores de los enfermos, en
un mundo gris y desesperanzado.
“Quienes en razón de su cargo deben
tratar con los sufrimientos ajenos, por ejemplo los médicos, los policías, los
médicos, con el tiempo, por la fuerza de la costumbre, se insensibilizan hasta tal extremo, que, aunque lo
quisieran, no pueden mirar a sus clientes más que de modo formal; por otra
parte, no se diferencia en nada del mujik que, en el corral, degüella carneros
y becerros sin pararse en la sangre”
Andrei
Efimich llegó a la conclusión de que el establecimiento era inmoral y nocivo en
el más alto grado para la salud de la gente. Según él, lo mejor que se podía hacer
era mandar a casa a los enfermos y cerrarlo.”
“Una vez
que hubo tomado posesión de su cargo, Andrei Efimich pareció mostrar bastante
indiferencia hacía estas anormalidades” Era muy inteligente pero incapaz de organizar una vida
inteligente.
Interesante
la descripción del proceso que va desde el celo inicial por su trabajo como médico y director del
hospital hasta el aburrimiento y la percepción de la inutilidad de su tarea,
así como su vinculación con el único ser al que consideraba inteligente: un loco.
Muy a tener
en cuenta las reflexiones que Ivan realiza sobre su enfermedad:” Aquí están los
que fueron recluidos, y los que no lo fueron se pasean libremente, eso es
todo”. Yo añadiría que esta reflexión
vale también para los recluidos en las cárceles: no están todos los que son.
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