12 diciembre 2014



Comentario sobre la muerte de Stefan Zweig. 
Fragmento del libro “Lo que tiene Alas”.
Autor,Eduardo Jordá.


“Nací en 1881 en un imperio grande y poderoso, la monarquía de los Habsburgo; pero es inútil buscarlo en el mapa porque ha sido borrado sin dejar rastro. Me crié en Viena, la metrópoli dos veces milenaria, capital de varias naciones, y he tenido que huir de ella como un criminal antes de que fuera degradada al rango de una ciudad provinciana de Alemania”. Esto lo escribió Stefan Zweig en su autobiografía “El mundo de ayer” (1943), el libro que quiso dejar como testamento, el libro que le permitió creer que todo lo que tenía que decir ya estaba dicho. Porque en febrero de 1942 se suicidó en Brasil, en plena II Guerra Mundial, después de haber escrito estas hermosas palabras de despedida: “Antes de quitarme la vida por propia voluntad y con plena lucidez, me siento obligado a realizar un último deber: dirigir mi más profunda gratitud al Brasil, este maravilloso país que me ha otorgado, a mí y a mi trabajo, un reposo tan amistoso como hospitalario (…) Pero cuando uno ha cumplido más de sesenta años, necesita unas fuerzas excepcionales para iniciar una nueva vida desde el comienzo. La verdadera patria que ha elegido mi corazón, Europa, está perdida para mí desde que, por segunda vez, se desangra en una guerra fratricida. Por lo tanto, pienso que es mejor poner fin a tiempo, con la cabeza bien alta, a una existencia en la que el trabajo intelectual ha significado siempre la alegría más pura, y la libertad individual, el bien supremo de este mundo. Saludo a todos mis amigos. ¡Ojalá puedan ver la aurora después de esta larga noche! Yo soy demasiado impaciente y me marcho antes que ellos”. Stefan Zweig, Petrópolis, 22-2-1942.

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