12 diciembre 2014

LA MUJER DE LA ESQUINA (RAFAEL) (corregido)

Siempre estaba allí, de día y de noche. Cuatro cartones y un paraguas le eran suficientes para pasar la noche. La experiencia le decía que las noches las tenía que pasar en sitio bien visible. Los vecinos la conocían como la mujer de la esquina. Nunca cruzó una palabra con nadie. No pedía limosna. Algunos vecinos le acercaban alguna comida que ella recogía muy disimuladamente. Su edad era indeterminada. Nadie sabía cuándo se aseaba, cuando se cambiaba o donde hacía sus necesidades. El sistema la había excluido. ¿O se había excluido ella? Estaba en el vació, en la nada. No contaba para nadie, ni para ella. Leía, ¿cómo no? O hacía que leía. O era una manera de soportar la humillación de su situación, escondiendo su mirada en un libro. Un día se dijo: estoy harta de la vida. Lo escribió en un cartón y se lo puso en la cabeza a modo de peineta. Del silencio y recogimiento pasó a cantar “Pasodoble te quiero” Algunos vecinos se dijeron que algo había que hacer para que se fuera a divertirse y que no les echaran cuenta, y que lo mejor sería ponerse de acuerdo para que nadie le llevase comida. Algunas veces recibía la visita de la policía que le conminaba a abandonar la esquina, su esquina. Acabó en otra dimensión, en la actual situación estaba de más.

1 comentario:

  1. Cada vez que paso por el gran portón del edificio de la Seguridad Social de Marqués de Paradas, me acuerdo de "la mujer de la esquina". Muy cerca de ella tenía mi despacho profesional en una Caja de Ahorros y cuando entraba o salía, en cualquier momento allí la encontraba. No sabes hasta que punto era querida en el barrio. Desayunaba todos los días en el bar que hay junto a "su casa" ¡unos cartones y un viejo paraguas, que la invitaba diariamente a un café con churros. Posiblemente en este mismo bar se aseaba y se retiraba a su "casa" en silenciao, sin molestar a nadie y quizás por eso era querida.

    Solo quiero aportar a los lectores de tu bonito relato, que esta mujer se caso con un iraní utilizándola en su provecho. El marido pronto se desentendió de sus problemas tanto emocionales como económicos y fue desahuciada por un banco. No se si esto contribuyó al agravamiento de sus desequilibrios mentales, pero en más de una ocasión la "mujer de la esquina" entraba a la oficina de la Caja reclamando su vivienda y asegurando que la había pagado, que ella no debía nada... (yo creo que esto es real, porque sentía lo que decía. No era fruto de sus desequilibrios).

    Gracias por recordar a esta mujer por la que personalmente sentía un gran respeto y que lamentablemente nunca fui capaz de acercarme a ella y preguntarle al menos si podía hacer algo por ella.

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