07 mayo 2018

Cadáver exquisito: La Libertad está en Obaba.


 Por Manuel Ortiz


Apenas eran las cinco de la mañana y la lluvia caía sobre Bormujos.
Cuando Serafín, el alcalde del pueblo debajo de la cama buscaba una aguja de hacer crochet que se le había caído.
— ¡Mierda! ¡Mira que caérseme ahora! Pensaba el alcalde mientras tanteaba el frío suelo. Si enciendo la luz, seguro que se despierta.
En el momento que la encontró, se puso de pie todo lo sigiloso que pudo, miró a su mujer qué seguía dormida. Cruzó la habitación, y  por el espejo él  la observó con indiferencia, no había ningún detalle característico que pudiera llamar su atención. Su mirada se deslizó desde su cabello castaño, hasta el perfil de sus pies, que destacaban como dos obelisco bajo el edredón. La papada de su cuello preparaba el camino para la redondez de sus caderas y muslos. Entró sin hacer ruido en el cuarto de baño, guardó la aguja en una bolsa de viaje y se duchó. Después de secarse con rapidez, decidió afeitarse, tenía la barba negra y espesa. Se quedó de pie frente al espejo, frotándose las mejillas con aire meditabundo, lamentaba haberle comentado la noche anterior su deseo de acompañar al equipo de petanca del pueblo. Con ella, lo mejor era el silencio y la mentira. El estar cerca de esa mujer, lo había alejado de su auténtico yo, volviéndose insignificante, vulgar, como ella. Los ojos de Serafín eran fríos y miraban medio ocultos por la cínica caída de sus párpados.
De repente, sintió unas manos sobre su espalda que bajaban lentamente, en el espejo vio reflejado el rostro de su mujer que sobresalía por encima de su cabeza.
— ¿A dónde vas? —preguntó ella con voz cavernosa.
—No me toques el culo—replicó el alcalde, mientras sentía como ardían sus mejillas.
— ¿Ya no te gusta? —Le preguntó de nuevo su mujer con una sonrisa lasciva.
— ¡Vete a la mierda!—le contestó con voz rotunda Serafín.
Era la primera vez en treinta años de matrimonio, que el alcalde se enfrentaba a su mujer.
— ¿Qué has dicho? —le inquirió  su consorte, mientras lo elevaba por las axilas.
—Lo que has escuchado y que sepas que voy a acompañar al equipo de petanca.
—No, a mí tú no me engañas, A ti te importa una mierda el equipo y la petanca, a ti lo único que te interesa es el hijo de la rubia.
Todo ocurrió muy deprisa. Serafín, sacó fuerzas de flaquezas y la empujó contra la bañera, ella cayó sobre esta, desparramada y gritando como un cerdo.  El alcalde cogió la bolsa y se vistió deprisa mientras bajaba la escalera, el corazón le golpeaba como una bomba, pero él no dejaba de correr. Cuando llegó a la plaza, ésta se encontraba vacía, sólo había un municipal que estaba dando la ronda. El alcalde se dirigió hacia él preguntándole dónde estaba el autobús de la peña de petanca.
—Todos los jugadores y peñistas se fueron a Obaba—le contestó el agente mientras se cuadraba.
Serafín respiró profundamente, buscó en sus bolsillos y encontró las llaves de su coche, porqué él había tomado una decisión y ésta se encontraba camino de Obaba.


CADÁVER EXQUISITO
¿Quién era?: el alcalde del pueblo
¿Dónde estaba?: Estaba debajo de la cama
¿Qué hacía?: Buscaba la aguja de hacer crochet
¿Qué dijo?: No me toques el culo
¿Qué dijeron o hicieron los demás?: Se fueron a Obaba
¿Cómo acabó?: Camino de Obaba






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