Por Rafael Serrano Allely
¿Quién era?
Clara Sánchez
¿Dónde
estaba?
En un crucero en medio del Atlántico
¿Qué dijo?
Aquí no hay quien viva
¿Qué
hicieron o dijeron los demás?
Fueron a ver a Julián al Asilo
¿Cómo acabó?
Vendiendo los productos de su huerta
en la feria ecológica de Bormujos.
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Clara Sánchez se
encontraba en un crucero en medio del Atlántico.
Aquel año
Bormujos conmemoraba doscientos años de la constitución de su Ayuntamiento con celebraciones por todo
lo alto: cabalgata modernista, juegos florales, feria ecológica, marcha
nocturna alrededor del término municipal con el objeto de rodearlo, iluminación
con velas del término y reunión anual de BIMA (Bibliotecas Municipales del
Aljarafe)
En esta
ocasión la reunión tendría un carácter excepcional, no sólo por la escritora
invitada sino por el lugar escogido para su celebración. El lugar elegido fue
un crucero. La propuesta del concejal en el Pleno era concluyente: “tenemos que
apoyar sin ninguna cortapisa la afición a la lectura de nuestros conciudadanos”
El salón de
actos del crucero estaba lleno de lectores y no lectores. Algunos familiares no
lectores habían visto la oportunidad, si no de leer, al menos acompañar a los
lectores, lo que ya era algo.
Y empezó la
sesión: fotos, canapés, y entrevista a la escritora. A continuación el
presentador dijo que no habría ya mucho tiempo para las preguntas ya que la
escritora tendría que firmar los libros que los amables lectores habrían tenido
el buen gusto de comprar. Así que deberían ser breves tanto en las preguntas y como en las respuestas.
Primera
pregunta: ¿Por qué 475 páginas? La escritora tardó algún tiempo en contestar.
Pero nadie se enteró. No se podía repreguntar en aras del tiempo disponible.
Segunda
pregunta: ¿Es usted partidaria de la cacofonía? Respuesta ¿Caco qué?
Tercera
pregunta: ¿Recomienda Usted a las embarazadas saltar por la ventana? Respuesta:
¿Cómo?
Cuarta
pregunta: ¿En qué año sucedieron los hechos? Respuesta: en el pasado.
Quinta
pregunta: ¿Sigue vivo Julián?
……..
Se sucedían
las preguntas al mismo tiempo que aumentaba la tensión. Todo el mundo quería
preguntar, las preguntas eran ya percibidas por la escritora como flechas
lanzadas desde la gradería.
Con rostro contraído se levantó y gritó: ¡SILENCIOOO¡
¡Ya me dijo mi amiga que en los clubs de
lectura os dedicáis a destripar libros! ¡Esto no puede seguir de ninguna de las
maneras! ¡Aquí no hay quien viva! ¡El
que quiera saber que compre mis libros!
Un ciudadano
lector se subió al escenario y cogiendo el micrófono propuso ir a visitar a
Julián y pasarle las preguntas. El aplauso fue atronador.
Siguiendo la
propuesta fueron a ver a Julián al asilo.
No había ningún registrado vivo en el Centro de Mayores con ese nombre. Según
la encargada si hubo un residente llamado Julio que había muerto hacía dos
años, y que sólo leía libros de nazis.
La escritora
después de unos días de reflexión, al objeto de ordenar sus ideas, decidió
escribir no pensando en los premios, ni siquiera en los lectores. De momento le
vendría bien cambiar de actividad y acabó
vendiendo los productos de su huerta en la feria ecológica de Bormujos.
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