Por Rafael Serrano
El inicio de la novela te deja un poco perplejo, hasta que
va descubriendo que se trata del final del relato. Pero si fuera sólo eso no
habría más problema, desde el primer momento hay continuos flashback
(excesivos) que te obligan a tener una especial atención, aunque para ello
cuenta con una estimable ayuda: las fechas que con profusión se contienen en el
libro y ayudan a situar las escenas y a profundizar en ellas. Frases muy
largas, descripciones muy minuciosas. Pero todavía habría una complicación más:
el cambio de los narradores: yo, él o ella, que dan al relato visiones
complementarias. Por ello resulta una novela muy elaborada, compleja, que te va
envolviendo poco a poco, si te sometes al juego que al final descubres que ha
ideado Solana, con la inestimable ayuda de Inés y que permite a Miyana
descubrir un asesinato (el de Mariana, esposa de Manuel que a su vez es amigo de la infancia de Solana, casado y
enamorado de Mariana) así como a su autora intelectual (Elvira, madre de
Manuel) y el autor material del mismo (Utrera, escultor, a quien Elvira
chantajea). Con lo cual la novela deviene en novela policiaca.
Yo diría que se trata de una novela con un marco histórico definido
y bien estructurado: Guerra Civil, posguerra y año 1969, cuando Minaya, huyendo
de la policía franquista recala en casa de Manuel, su tío, con el pretexto de
escribir una Tesis Doctoral sobre Solana.
Los personajes están muy definidos casi desde el principio,
otros como Doña Elvira y Utrera los vamos descubriendo poco a poco. Inés y Solana son los últimos en manifestarse tal
como son cuando descubren el juego a que han sometido a Minaya (y también al
lector) para que finalmente pueda descubrir a los autores del crimen. “Yo he
inventado el juego, pero usted ha sido mi cómplice…” P. 309.
Solana es el personaje, a mi entender, más elaborado, al que
te aproximas por ser el personaje más auténtico y coherente, un intelectual
antifascista que se mueve en el mundo literario de la época, que pertenece al bando de los vencidos, dado
por muerto y que al final confiesa: “La guerra y la cárcel me sirvieron para
aprender que yo no podía ser un héroe y ni siquiera una víctima resignada a su
desgracia. Pero en los seis meses que pasé en casa de Manuel y en “La Isla de
Cuba” descubrí que tampoco era un escritor” P. 307
Novela complicada pero interesante.
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