10 septiembre 2015

Hoy, mañana y simpre: Los mismos errores
Seudónimo:Jara
                                                                                                                           

Vivo en Mos, Siria,  el año que decidieron que las religiones no podían convivir, a mí no me lo preguntaron. Yo soy cristiano y mi mujer era musulmana, gracias a Dios que se la llevó y  aunque sea un contrasentido, me felicito por ello.
Aquí la gente ha enloquecido. Parece que una plaga hubiera devastado la ciudad, la mitad de las casas están vacías y las que no, están destrozadas por el bombardeo, las puertas están astilladas, las tiendas no tienen nada que vender, algunos habitantes sobreviven de la venta de judías secas y antiguos animales de compañía que se convirtieron en animales de granja. También fueron días agitados pues los sobrevivientes temíamos a los occidentales como también temíamos a los soldados de Dios, a unos por dejarnos olvidados y a los otros por querer que dejemos de existir.
 Mis vecinos eran nuestros amigos, teníamos una relación incluso más cercana y afectiva con ellos que con mi propia familia. Casi todos los fines de semanas comíamos juntos y en la sobremesa, analizábamos los temas de actualidad mientras fumábamos nuestra pipa de agua; incluso llegamos a compartir unas vacaciones viajando a Grecia, pues sentíamos veneración  por Grecia sobre todo por la Grecia clásica.  Aún conservo una foto en la que estamos las dos parejas debajo de las columnas del Partenón de Atenas.
Yo soy médico y él psicólogo, cuando veo la foto me acuerdo que él decía: ¡Aquí empezó la S. Social, en el juramento de Hipócrates!  Y yo reía.
Como he contado antes él es psicólogo, un buen psicólogo, ayudaba a la gente y le daba igual si eran cristianos, musulmanes e incluso judíos o negros, aunque de ambos ya quedaban pocos.
Pero alguien le volvió la cabeza loca.
Muchas veces cruzo la calle corriendo, casi siempre buscando comida o productos de necesidad básica, y si suena un dispara pienso si será  mi vecino quién me apunta para matarme.


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