Rafael Serrano Allely
El relato se
mueve entre dos polos: lo antiguo (“lo decadente”) y lo nuevo (lo moderno).
Lo decadente está representado por la señorita Emily, que vive en otro mundo, en su casa antigua con su criado negro y un estatus especial, que le confiere desde el principio un halo de misterio.
Lo nuevo está representado por “la siguiente generación, con ideas más modernas”, (que cuestiona el estatus otorgado a la señorita Emily) y “aquel arreglo tropezó con algunas dificultades”
Otro elemento muy a tener en cuenta es el pueblo (el narrador habla desde el nosotros y el ellos) cuyos vecinos, como un único sujeto, comparten una serie de sentimientos cambiantes sobre la señorita Emilia: “respetuosa devoción ante un monumento que desaparece” (los hombres), “curiosidad por ver por dentro la casa” (las mujeres), sentimientos de compasión, alegría, comprensión, contento, desilusión…
La relación del pueblo llano con la señorita Emily, distante y aislada (símbolo decadente de una familia influyente, a la que admira y detesta) produce un ambiente más que propicio para el misterio, que se dosifica con gran maestría, hasta el último renglón.
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