Por Rafael Serrano Allely
Es
sorprendente la capacidad del escritor de introducirse en un
personaje tan complejo, con una ideología tan desacreditada que
tanto daño causó en el mundo, y todo ello sin hacer ninguna
valoración al respecto. Para ello el narrador utiliza la primera
persona y queda para el lector hacer la reflexión y la valoración
del recorrido intelectual que realiza Linde para llegar a la
aceptación de la ideología nazi y las conclusiones que el
protagonista sostiene una vez fueron vencidos los nazis.
A
la hora de exponer su objetivo es claro: “No pretendo ser
perdonado, porque no hay culpa en mi, solo quiero ser comprendido”
No
se autodescribe de manera simple, sin más preocupaciones que la
obediencia nazi: se atribuye capacidad de ternura y gratitud ante lo
maravilloso, falto de vocación violenta…pero al mismo tiempo se
reconoce como un nazi perfecto, en la linea del superhombre de
Nietzsche:”Linde quiere destruir en él lo que ve en su victima:
la piedad.” (aunque casi llegó a sentirla cuando se relacionó
con el poeta David Jerusalem). La piedad sería el ultimo pecado del
superhombre.
Era
un iluminado: “Comprendí, sin embargo, que estábamos al borde
de un tiempo nuevo y que ese tiempo, comparable a las épocas
iniciales del Islam o del cristianismo, exigía hombres
nuevos” es
por ello que hace una reflexión sobre el martirio. “La
guerra probaría nuestra fe”
“El
mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo, que
es la fe en Jesús, nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la
espada”
Ideología
destructiva, donde no cabe
la tolerancia ni la duda:
“Muchas cosas hay que destruir para crear un nuevo orden;
ahora sabemos que una de esas cosas era Alemania”
“Lo
importante es que rija la violencia, no las serviles timideces
cristianas. Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para
Alemania, que sean para otras naciones.”
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