Rafael Serrano Allely
Mis notas.
Se inicia el relato en un
lugar y una situación habitual, la derivada del uso del ascensor,
compartido o individual.
En el primer caso se
reflexiona sobre la situación personal de observar y ser
observado en un espacio muy particular por su reducido tamaño y
por las personas con las que puede coincidir.
El reducido espacio y el
desconocimiento del otro hace que el autor reproduzca observaciones
generales que, por habituales, no dejan de ser interesantes.
“Cuando uno está
solo siempre puede ser un poco más sincero” “ A nadie le gusta
sentirse observado. En una distancia corta los pequeños detalles se
notan aún más”
Las reflexiones que se
producen en el ascensor en soledad, están cargadas de buen
conocimiento psicológico del adolescente, tomando como
desencadenante el espejo que habitualmente suele estar en un
ascensor, y que entre otras funciones parece ampliar el espacio del
mismo.
¿Era un hombre
especialmente bajo en relación a su mujer lo que provocaba ser
observado por los demás de manera especial? ¿Es el ascensor una
metáfora de sus propias limitaciones? ¿De su pequeño mundo, donde
no hay alternativas, ni siquiera para utilizar las escaleras?
Él también se observa.
Parece un lugar no sólo para observar a corta distancia, sino para
observarse, como hace el protagonista.
Me quedo con la reflexión
que realiza cuando la luz de emergencia empieza a parpadear: “
La luz de emergencia empieza a parpadear y el reflejo de mi cara
aparece y desaparece en el espejo. En la adolescencia me miraba en el
aseo durante horas. Era aterrador. Pensaba que en cualquier momento
la cara haría un gesto involuntario, de repente se echaría a reír
ella sola. No era una cuestión de aceptarse o no aceptarse, es algo
mucho más terrible. Podía ser cualquier cosa; una vieja, una
avispa. Cuando conocí a mi mujer a ella le pasaba lo mismo”
En
el ascensor había una avispa, o era sólo la misma elucubración.
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