08 febrero 2020

Cadáver exquisito . "Pedro" Rafael Aerrano Allely

Rafael Serrano Allely


CADÁVER EXQUISITO


¿Quién era? Pedro.
¿Dónde estaba? Cogiendo higos chumbos en Paterna del Campo.
¿Qué dijo? Dijo que no volvería solo.
¿Qué hicieron los demás? Hicieron pan de pita.
¿Cómo acabó? Aporreando la calculadora para que salieran las cuentas.


Su nombre era Pedro, pero sus amigos le llamaban D. Pedro. Cuando estaba con el grupo no hablaba hasta que los presentes no estuvieran  callados, más que callados en silencio estático. Él indicaba cuando había acabado de hablar: “He terminado – decía - ¿A quién le toca ahora?”


Este afán meticuloso quería establecerlo en el grupo, que de esta forma se convertiría en un “grupo asambleario comedido” (GAC) al que solo le faltaría un orden del día. Todo se andaría, se decía.


Coger higos es lo que más le relajaba. Cogiendo higos pensó en darle utilidad a lo que hacía. Propondría al grupo un proyecto industrial: rellenar pan de pita con higos chumbos: en una cajita se pondría una docena de estos panes y uno de ellos, a modo de roscón de navidad, contendría un higo con la cascara, en este caso el desafortunado tendría que pagar la caja.


Sus compañeros lo aceptaron. Se encargarían de hacer los panes y la distribución. Posiblemente a partir de ese momento empezaron a llamarle D. Pedro.


Cierto día se hallaba cogiendo higos chumbos en Paterna del Campo cuando aparecieron su amigos cantando y perturbando su paz junto a los higos, lo que le molestó sobre manera.
Los amigos al unísono le dijeron: Ahí te quedas, que nosotros nos vamos a hacer nuestro trabajo. No tienes más que lo que te mereces. Pero él dijo que no se iría sólo. Cuando lo creyera oportuno volvería con sus  higos.


Ya en la fábrica  los amigos hicieron pan de pita, y prepararon todo para cuando Pedro llegara con los higos.


Así fue como empezó la industrialización del producto y su distribución on line.


Al final del primer mes D. Pedro dijo que debía hacer un balance, ya que habían tenido en cuenta sólo los ingresos pero no los gastos,  y que,  habiendo hecho un curso de contabilidad a distancia, era el momento de aplicar los conocimientos adquiridos.


Decidió parar la fabricación y encerrarse en la oficina para ordenar  facturas y aplicar la teoría contable estudiada en el curso a distancia.


No había manera de cuadrar las cuentas, incluso no incluyendo en los gastos los higos, ya que los cogía en la finca de su padre.


Al cabo de unos días su desesperación era total, materialmente se subía por las paredes,  los gritos los oían sus compañeros desde la fábrica. Todos esperaban lo peor ¡el ERE!

Pedro, D. Pedro, acabó aporreando la calculadora para que salieran las cuentas.

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