13 diciembre 2021

Relato. "Correspondencia con linea 1, 2, 3,..."". Virginia

Club Caliope

Como dicen en las películas: basado en un hecho real

 

Línea 1. Ahora son voluntarios los que quieren ayudarme.Bajo los ojos y esbozo una mueca. Un pensamiento me visita: las motivaciones para dedicar parte de su tiempo a personas que se encuentran en la indigencia como yo son plausibles, pero… a estas alturas pesan nada e importan menos.

Línea 2. A continuación la policía. Ya no me piden que me identifique. Los miro con cara de estar poco presente. Me vuelven a sugerir que acuda al Centro de acogida. Quiero hablarles, pero lo que aspiro no es aire, sino una bocanada de tufo que me pega la lengua al paladar.
Línea 3. Unos niñatos se me acercan con risas e insultos. No creo que tengan voluntad de intimar, de hecho, vislumbro la crueldad en sus pupilas. Mis pulsaciones se disparan. Tras verlos marchar con la ráfaga de viento que anuncia la llegada del metro, mi ansiedad recupera sus parámetros normales.
Cierro mis ojos cansados y me acurruco en el suelo frío de la estación de metro y me abrazo. De manera inconsciente, me martiriza la idea de no existir realmente para nadie. Me echo tanto de menos que siento por mí una pena profunda y sorda.



    

Alguien se acerca sigilosamente, como si temiera sacarme de un supuesto sueño. Lo escucho que trastea en mis pocas pertenencias. No lo hace con movimientos violentos. Su respiración es relajada. Huele bien. Extrañamente estoy tranquila. Pero, ¿qué busca?


Me aparto un mechón de pelo blanco de la cara para observarlo con más detalle. Se centra en los recortes de prensa que me han acompañado estos últimos años. Es una situación que me violenta porque lo mío es el anonimato, nunca he querido testigos. Sin embargo, permito poner en manos de un desconocido toda mi verdad, tal vez porque lo está leyendo en voz alta y me gusta reencontrarme con mi pasado a través de su dulce voz. Me invade una especie de alivio que no recordaba haber sentido en años. Incluso siento un leve estiramiento de mis labios a modo de sonrisa. Súbitamente mi enfado con el mundo parece que se relaja.

Después de todo me fue bastante bien: las giras por toda América, poder interpretar las obras más sublimes del repertorio operístico, los aplausos y ovaciones…
Se ha parado. Ya no lee. Me está mirando. Creo ver en sus ojos una interrogante: ¿la soledad motivada por el éxito? Debe pensar que ya no soy, sólo estoy. Me sorprende su gesto  al pedirme permiso para hacerme una foto. Se lo concedo.
Luego me echo a llorar.

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